Día mundial del docente.
Difícil no recordar, en fechas como esta, aquél profesor o profesora que te abrió los ojos de un camino, laboral o no, que se extendía delante de ti pero que no eras capaz de ver. Aquel maestro que consiguió que aprender a “jugar con los números” fuera una ilusión cada día. O cómo sonreía algo en ti al descubrir que Mendel era capaz de sostener un articulado legal en base a unos guisantes… y que el profesor consiguiera que a ti no te importara una vaina.
Hoy, 5 de octubre, es el Día Mundial del docente. Un día, sin duda, para celebrar pero, además, un día para reivindicar. Situar al profesional docente donde merece no solo gira en torno a sus condiciones laborales, sino a entregarle el status social, la importancia en el desarrollo de nuestros niños y jóvenes (por lo tanto en nuestro futuro) que tienen. Obviamente, ataques sistemáticos a sus derechos como trabajadores, del estilo de los soportados por esta profesión durante los últimos años (2010-2015), no ayudan ni a recibir el reconocimiento que merecen ni a entregarles ese papel.
Pero, además, durante demasiado tiempo hemos visto como, para justificar la ignominia, se ha utilizado siempre la táctica del desprecio a los mismos. Se ha puesto en tela de juicio su trabajo, con argumentos recurrentes y tan viejos que aburre enumerar y contrarrestar, su valía, su capacidad en la gestión y la toma de decisiones, etc…
Por eso, tenemos que abrir una nueva época que sirva, desde el día de hoy, para conseguir disponer del cuerpo de docentes más motivados y valorados. Para conseguir esto debemos, entre otras cuestiones tales como la recuperación de derechos laborales perdidos, trabajar en la eliminación de aquéllas leyes que mercantilizan su trabajo, que lo someten a una “industrialización” innecesaria, vacua e incapaz de formar a seres humanos, sino lista para crear mano de obra capaz de dedicarse, única y exclusivamente, a producir aquello que es rentable.
La educación del futuro, la que debemos fomentar sin perder ni un curso más, es aquella que enseña a responder los “para qué” de nuestros jóvenes. Una educación que forma personas capaces, por supuesto, pero también críticas, analíticas y, por qué no, soñadoras de otra sociedad.
Será gracias a la educación que podamos alcanzar escenarios más positivos para nuestra región y país. Será con los docentes o, por desgracia, no será.